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4 dic 2018

Volviendo a casa

Hace más de dos años que no he vuelto a escribir en este blog, lamento haberlos dejado tan abandonados, ahora les contaré un poco de las cosas que me han ocurrido...

En estos años, debo decirlo, han sido los más intensos y hermosos de mi pequeña vida. Acepto que, me sentí desorientada, desolada y sola antes de que pasara toda esta aventura, cuando no encontraba mi camino pero, como obra de arte, obra divina, sería más conveniente decir, llegaron a mi vida, no una, sino dos amores en mi vida. 

Apareció de la nada, sin buscar nada y sin forzar nada, un hombrecito de estatura promedio, ojos tristes de color marrón oscuro, una cicatriz curiosa en el brazo derecho, lunares a montón y con tanto amor para dar que necesitaríamos a más de una persona entender esa magnitud. Llegó a una fiesta a la que me habían invitado (era una infiltrada), la situación fue muy bochornosa, así que esa historia trataré de omitir.
Pero, luego de eso, fue el destino que trató en cada instante unirnos, valiéndose en reuniones dejando un fin de semana, luego todos los fines de semana, hasta que empecé a verlo todos los días; todo llegó de nuevo, pero con fuerza, la ilusión, el aprecio, el cariño. Ese año de conocernos, pasamos el año nuevo juntos, declarando nuestros verdaderos sentimientos y el amor que nos teníamos... 
Pasó el tiempo y cada vez más este amor crecía y crecía. ¿Debo decirles que después de eso no nos separamos? Pues sí; y fruto de ello, pues, tenemos un pequeño de 4 meses, se llama Ricardo Gabriel, igualito que el papá, y eso me alegra un montón, ya que cuando no está conmigo, verlo a Rica llena mi alma y recarga mi amor.

Por eso, digo que fueron años muy intensos, ya que se vivieron emociones nuevas y agradezco, en verdad, que sea con él. Y puedo decirlo con tanta certeza ya que, al pasar el tiempo uno aprende, aprende de antiguas relaciones y ves que es lo que quieres o no en tu próxima relación, también te ayuda a mejorar y qué no volver hacer. Los dos aprendimos y seguimos haciéndolo ya que tener una unión no solo depende de emociones, sino de acciones, comportamientos y compromiso. 

Supongo que ahora, después de haber pasado tantas emociones, tantos cambios hormonales y amanecidas, debo decir que ya hice las pases con mi yo interior y nos hemos puesto de acuerdo que ya no nos basaremos en nosotros, sino en ese pequeño ser que trajimos al mundo mi Dan y yo, solo velar por mi familia. 

¿Saben cuál es la mejor parte, lectores? Que después de un día ajetreado, solo quiero volver a los brazos de mi hombre lunarejo, siempre quiero volver a casa.

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